mi abuela Antonia en uno de sus últimos cumpleaños |
Mi abuela Antonia me decía, con una sonrisa feliz en los veranos del
pueblo donde nací, Arroba de los Montes: -qué bien andais de acá para
allá, barutitos. Así empieza la cabecera de mi blog.
Tengo muchos recuerdos de mi abuela Antonia, casi todos en el pueblo,
otros en Móstoles. Ha sido una mujer muy importante en mi vida y he
tenido la suerte de compartir muchos años con ella. Recuerdo que le
encantaba estar rodeada de la familia (y hasta el último de sus días lo
estuvo), era feliz con el barullo de la casa llena; y en la gran
aglomeración para las fiestas del pueblo, prestaba su habitación y se
iban a dormir con un colchón a la cocina, para estar al cuidado de todo
el mundo. En mi familia ha representado el cuidado, el amor y la
autoridad, me recuerda mucho la película.
Siempre la conocí de negro, porque es el color del dolor de la pérdida
(su hijo mayor, su hermano, su marido), pero se teñía el pelo de blanco
azulado y le encantaba viajar y apuntarse a excursiones. Me ha legado el
gusto culinario del pueblo: la ensalada de agua para el verano (hoy
mismo la he catado), el ajoblanco, las migas, el pisto, el potaje y las
patatas fritas al vapor con huevos; que lo hacía como nadie. Mi madre
también ha cogido su testigo culinario, y es que somos de buen comer y
celebrar. Le gustaba rascarnos los brazos y la espalda a los nietos y
sentirnos cerca. Cuando acabábamos el colegio, venía con mi abuelo Fidel
en la viajera y nos llevaba al pueblo todo el verano. Lo estaba
deseando cada año, para sentirme libre, barutito, como ella decía y nos
dejaba. Mi abuela dejó volar a mi madre en los sesenta, que se fue a
Madrid (y por Europa a trabajar) y con ese gesto inicial pudimos salir
después la familia del pueblo, porque mi madre empujó a mi padre a la
ciudad para sentirse más libre. Mi abuela era generosa (y mi madre, y
creo que en cierto modo se ha transmitido como un eje de valor en la
familia), sabía ver la necesidad de la otra persona y si podía compartía
lo que podía ofrecer.
Mi hija se llamará Antonia, ya le he visto la cara y el cuerpo (en modo
virtual), y he sentido sus movimientos dentro del cuerpo de Patri (su
abuela querida también se llamaba Antonia). Es algo muy grande,
indescriptible. Ya siento, sin haber nacido, lo que decía Emily en su
poema, que el amor es todo lo que hay y eso es todo lo que se puede
decir del amor. Deseo que yo sea capaz de transmitirle ese barutismo (libertad en relación), ese amor y esa generosidad que me ha sigo legada; en la relación con ella y con su madre.
(Pepillo)
(Pepillo)
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